Hace dos años y a la edad de 97 nos dejó Zoilo Rudecindo Caputto un hombre que dedicó buena parte de su vida y recursos, un trabajo infatigable, para legarnos lo que considero es el «Santo Grial» de la composición ajedrecística.
Quien ame el ajedrez debe conocer esta obra ingente, un compendio de conocimiento, erudición y pasión que desborda amor en cada una de sus páginas. Distribuyó su labor en cinco tomos y yo tengo la dicha de tener los dos primeros que se publicaron en España a comienzos de los años noventa. Su título: «El arte del estudio de ajedrez«.
En estos treinta años son incontables las ocasiones en que he releído estos libros. Desde el siglo X con los «mansubat» árabes hasta finales del siglo XX el autor va recorriendo tanto la historia como la evolución del juego: la época medieval, la incorporación de la dama evolucionando desde la alferza árabe, la influencia de los Médici y la familia D’ Este, la llegada de Ruy López, la escuela de Modena, las figuras de Stamma y Philidor, la llegada del siglo XIX, el café de la Regence, Labourdonnais, Deschapelles, Stauton, Von der Lasa…
Es imposible que alguien que ame nuestro juego y su historia no se emocione con este ciclópeo trabajo imaginando las horas que Caputto ha dedicado a fraguar este hito ajedrecístico.
El segundo tomo lo dedica a los compositores argentinos y cada semblanza, cada descripción, cada interludio me deja perplejo al sentir toda la fuerza, toda la dedicación, todo el amor y, no me importa repetirme, toda la pasión.
Para mí el Ajedrez no es solamente jugar mejor o peor, competir con mayor o menor fortuna, saber finales, combinar, plantear una celada… El ajedrecista debe, bajo mi criterio, tener un afán de saber, una búsqueda de la verdad, ser un explorador de sus infinitos misterios, no conformarse con lo obvio y desentrañar lo que parecería inextricable.
Os animo a seguir por esta senda del conocimiento, no os conforméis sólo con dar «el mate de la coz«.
¡A empaparse del auténtico ajedrez!
Texto: Miguel García-Cortés