Todos conocemos ejemplos edificantes de longevidad ajedrecística. Así, las gestas de Lasker, Smyslov o Knorchoi causan asombro y son dignas de elogio y admiración.
Las noches hospitalarias velando a mi padre se hacían largas y, de 9 de la noche a 9 de la mañana, me las ingenié para permanecer tan despierto como centinela en garita… Doce horas transcurren despacio como la melaza, lentamente como la resina que exudan los pinos y, cuando Michel dormía, yo buscaba la manera de entretener mi guardia.
Una de las noches, entrada ya la madrugada, me dio por pensar en Greco, en su vida corta y azarosa, en su juego instintivo, rápido y letal como picadura de cobra, en su remoto final allende los mares… y me dediqué a repasar alguna de sus partidas, de sus diabólicas celadas y… entonces me di de bruces con él… Entonces apareció «Nescio Nomen«.
Y en mi mente atribulada, rodeado de goteros, bombas de oxígeno y viales, surgió la inesperada serendipia… Reproduje varias partidas y en ellas nuestro sufrido N.N. era el baqueteado «punching ball«, el receptor de fulgurantes ataques de mate, la víctima propiciatoria del primer gran genio del ataque, del buscavidas calabrés…
N.N. lleva siglos terco, animoso, valiente y persistente como la lluvia en los monzones, intentando plantar cara tanto a grandes jugadores como a humildes maestros.
Si la perseverancia tuviera premio podéis estar seguros de que nuestro anónimo héroe sería sin duda alguna el adalid de la moral, el Alcoyano CF del universo ajedrecístico.
Debe ser muy duro ir cayendo año tras año, siglo tras siglo, ser el figurante, la víctima propiciatoria de Stamma, Philidor, Cochrane, Bird, Mason, Alekhine y cuantos nombres alcance vuestra imaginación.
Actualmente el hábitat natural de N.N. suele ser una sesión de simultáneas y defiende, o al menos lo intenta, las piezas negras.
Suele revisar con detenimiento donde se jugará la próxima, se apunta el primero, repasa días antes su repertorio, surge en el tablero el contragambito Falkbeer, el gambito Volga o el gambito Fajarowicz.. No puede tildarle nadie de pusilánime aunque, esto es cierto, sí de ser un temerario.
Llega el día, salta de la cama, desayuna junto a su tablero de bolsillo, aún ensaya alguna variante barroca y llegado el momento sale de casa radiante y esbozando su mejor sonrisa.
Piensa sinceramente que hoy puede ser su día, que ya es hora, que Caissa le sonreirá y sus amigos le felicitarán por haber cruzado por una vez el Rubicón de la victoria.
Pero… ¡Ay! Para empezar le han jugado un Colle, y ya en la jugada 10 pierde un peón, en la 15 vuela una calidad y frisando la 20 su enroque semeja más un chamizo que un fortín. Suda, hiperventila, maldice su suerte y tras tres agónicos movimientos inclina su rey mientras estrecha taciturno la mano de su verdugo aceptando la derrota.
Son cinco siglos, son toneladas de madera trasegadas en el ara del sacrificio, mil veces derrotado pero otras tantas vuelve a incorporarse y mañana en Chicago, Cork, Bucaramanga o Bilbao él volverá a buscar otra simultánea, repasará su repertorio, saldrá de casa lleno de ilusión y… ya suponéis cual será la conclusión.
Rompo una lanza por Nescio Nomen, por esa lucha infatigable de siglos, por su coraje y dignidad sin ver premio alguno a su perseverancia.
Igual que existe un monumento al soldado desconocido debería existir otro al ajedrecista desconocido, pues sin su concurso, ¿cuántas joyas ajedrecísticas se hubieran perdido para siempre en el limbo sin haber visto la luz?
Loor a ti N.N., pues dentro de un tiempo quien esto escribe apenas será un montón de cenizas, pero tú seguirás buscando ese Santo Grial sustentado en una sutil pero inquebrantable esperanza.
Texto: Miguel García-Cortés.